Redacción y Producción: Leandro Ulloa, Fernando Salinas e Ivan Ferrari Villalobo
En el fútbol argentino existe una división que todavía juega por amor al deporte: la Primera D. Esta historia va desde las ganas de ascender y triunfar hasta la desafiliación a la que todos temen. Un cuento de lucha y sacrificio.
Tan cerca y tan lejos. De fondo, la cancha de San Lorenzo y, en primer plano, la tribuna de Riestra. Dos mundos muy diferentes, a metros de distancia. |
La Primera D es una de las divisiones más carenciadas del fútbol profesional argentino. Y si en cuanto a “profesional” se refiere, es simplemente porque los clubes cobran un suministro económico de la AFA para satisfacer sus necesidades y para que sus jugadores, cuerpo técnico y empleados reciban algún dinero. Pero los números son realmente bajos y el espíritu amateur se respira en las canchas de la D.
Gonzalo Fernández Escobar está dando sus primeros pasos en la primera de Yupanqui. Y ya sabe que ser un jugador de la D no es para nada fácil. “Es complicado, porque es una categoría difícil. Un jugador se tiene que adaptar a las canchas en pésimo estado, pelotas malas, casi todo en contra y a eso sumarle que algunos jugadores aparte de jugar viven de otros trabajos. Pienso que alguien que pasó por la D está preparado para poder jugar en cualquier lado”, cuenta Gonzalo.
Gonzalo Fernández es uno de los tantos que la pelea en la última categoría del fútbol argentino. |
La mayoría de los que participan en esta división no viven sólo del deporte en sí. Muy lejos quedan los 94 millones de euros que desembolsó el Real Madrid por Cristiano Ronaldo o los 30 millones de dólares que le pagó Nike a Boca Juniors hasta el 2012. Para comenzar, acá se habla de “miles de pesos” y, en varias ocasiones, sólo en singular. Es por eso que muchos jugadores tienen su trabajo aparte, fuera de los entrenamientos semanales y el partido del fin de semana. “Yo tengo un taxi y dirijo en un country llamado “Mi Refugio. A la mañana manejo el coche, a la tarde entreno con el equipo y dos veces por semana, a la noche, voy para el country”, cuenta Carlos Torino, DT de Victoriano Arenas.
Jonatan Prieto y Lucas Vidolini, ambos de Deportivo Riestra, la lucharon casi toda su vida en el fútbol del ascenso. “Me levanto a las cuatro de la mañana, voy a trabajar a la metalúrgica en la que estoy desde hace un año, en Pompeya, y de ahí salgo a la tarde. Después me voy a entrenar a Riestra y termino a las siete u ocho. Llego a mi casa para cenar y después acostarme. Prácticamente no me queda mucho tiempo para disfrutar con mi familia y mi novia”, cuenta Jony, en tanto que Lucas cuenta su experiencia: “Yo también me despierto temprano y es por eso que elegí este club, porque entrenan a la tarde. Otra no nos queda.” Trabajar en un taxi o tener un laburo de medio tiempo es algo muy frecuente, pero Vidolini le añade algo extra: “estudio dos veces a la semana. Hago un curso de reparación de PC, para que el día de mañana no tenga que depender de la cooperativa de limpieza en la que me encuentro el día de hoy, y del fútbol, que no es un futuro asegurado. Digamos que busco un oficio para que se me abran aun más las puertas.” Y, para vivir en el ascenso, hay que tratar de abrir la mayor cantidad de puertas posibles.
Escarbando dentro de la realidad de los clubes que aquí se desempeñan, cabe destacar que no a todos les alcanza el dinero para llegar a fin de mes. A pesar de que ésta es una frase utilizada mayormente en el ámbito hogareño, existen clubes que también lo padecen. “Hay ocasiones en la que sale muy caro jugar de local, porque tenés que pagarle a la ambulancia, la policía, y capaz vienen a la cancha 200 personas y no te cubren ni la mitad de lo que gastaste”, nos hace saber alguien desde las entrañas de una de las instituciones que hoy milita en la D , al tiempo que acota que “de visitante también es complicado por los viajes y el gasto del transporte.”
Jonatan Prieto y Lucas Vidolini le contaron a DePrimera sus experiencias en la categoría. |
La gente es otro tema particular en este mundo aparte en el fútbol argentino. La mayoría coincide en que la hinchada es incomparable y que la relación es muy buena. Tanto en Riestra como en Yupanqui o Victoriano Arenas, según los propios protagonistas, la situación es muy cálida y las personas le brindan todo su apoyo en cada partido. “Nos van a ver alrededor de 200 más o menos” comenta Gonzalo, en tanto que Torino añade que aproximadamente asisten entre 300 y 400 personas por partido, que son los números normales para la categoría. En cambio, para un encuentro definitorio del campeonato o una final del reducido para ascender las cifras oscilan entre 1200 a 1500 espectadores aproximadamente. ¡Toda una revolución!
Pero aquí no es común escuchar una frase muy utilizada en los partidos de la A: “…los jugadores están concentrados en el hotel…”. El tan repetido recorte presupuestario es el mayor culpable de que los players no se junten la noche antes de los partidos. “No nos concentramos por una cuestión de dinero, pero nos juntamos todos los medios días antes de los partidos y almorzamos juntos y después nos vamos a la cancha”, cuentan los chicos de Riestra. Mientras tanto, Torino explica que “a veces, en los tramos finales del campeonato o en el reducido, hay equipos que lo hacen”, aunque reconoce que el hecho “no es habitual”. Pero como DT, confiesa que los jugadores igual son profesionales y se cuidan: “tratamos de concientizarlos, que para poder rendir en el partido y reflejar en el campo de juego lo entrenado en la semana, es necesario el cuidado personal, la alimentación y el descanso.”.
Una de las diferencias más grandes que existen con el resto de las divisionales es lo que sucede con el club que culmina último en la tabla general del año futbolístico. En éste ámbito no se habla de descenso directo ni de promoción, sólo existe la desafiliación. ¿Qué sucede cuándo un equipo es desafiliado? Para tener un ejemplo, Deportivo Muñiz es el caso más cercano de haberla sufrido al término de la temporada 2009/10. Lo que le pasó a dicho club es que fue “separado” de toda competencia hasta el comienzo del campeonato 2011/12, que es equivalente a un año. Por consiguiente, un equipo que sufre esta sanción tiene pérdidas tanto en lo económico como en lo futbolístico, en muchos casos casi irreparables. De la única manera que una institución que sufre este bajón de categoría subsista, es gracias a los socios que puedan seguir apoyándolo.
Victoriano Arenas, un club chico de la división, tiene aproximadamente $8.000 de presupuesto. Los “grandes” de la categoría, como Dock Sud o San Martín de Burzaco, manejan entre $60.000 y 80.000 mensuales.
Pocos son los jugadores que logran emigrar a algún club más poderoso de la C o la B , y ni hablar las ínfimas posibilidades con las que cuentan de llegar a alguno de Primera A o del exterior. Pero entre las excepciones se encuentra el delantero Javier Velázquez, goleador que pasó sin escalas de CADU (Club atlético Defensores Unidos de Zárate), al que ayudó a ascender a la C , a Racing de Avellaneda, nada menos que uno de los 5 grandes del Fútbol Argentino. Sin continuidad en el por entonces equipo de Ricardo Caruso Lombardi, no llegó a tener un gran rendimiento y este año pasó a Independiente Rivadavia. Pero nadie le quita ser esa excepción que llegó de la D a la A sin pisar ninguna otra categoría.
Carlos Torino vistió, como jugador, las camisetas de Huracán, Colon y Olimpo. Y por eso está capacitado para contar las diferencias entre los planteles de una categoría y otra: “es distinto porque en primera división esta en juego el dinero y el prestigio. En cambio, acá en la D , es todo mas a pulmón ya que al ser amateur surge un sentimiento más grupal”. Entre tanta diferencia, Carlos las explica puntualmente. “Son dos realidades totalmente distintas en cuanto a la infraestructura, lo económico y el reconocimiento a nivel social. Lo que tienen en común es el esfuerzo que hacen los jugadores para lograr vivir de lo que más les gusta y disfrutar de este deporte que apasiona a millones de personas.”
Como se puede apreciar, la vida de un club que se desempeña en la D no es para nada fácil y siempre se está luchando contra viento y marea. Pero el amor a la camiseta y al deporte hace que sean capaces de sobreponerse a todo por un sueño. “El ascenso es más amor a la camiseta que otra cosa”, cuenta Vidolini; “acá se siente verdaderamente el amor por el fútbol y por la camiseta y se dejan de lado los sueldos y un montón de cosas, pasa por otro lado esas ganas de jugar”. Retruca Prieto. Y no hacen más que demostrar que, a pesar de los millones y millones que mueve el fútbol, en la D todavía sigue vivo el espíritu amateur y el jugar por amor al deporte.
1 comentarios:
muy buena la nota. lograste reflejar el espiritu amateur de la categoria. un abrazo y felicitaciones. carlos torino
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