Corría el año 1984. Los Chicago Bulls deambulaban en los últimos puestos de la NBA. El Draft –un sistema utilizado para escoger jugadores universitarios- le iba a dar la posibilidad de sumar talento joven. Ellos deseaban conseguir el número uno para llevarse a la joya de la Universidad de Houston, un muchacho nacido en Nigeria llamado Hakeem Olajuwon. Pero tuvieron la “desgracia” de que quedaron en tercera posición y tuvieron que elegir a otro jovencito de 21 años de la Universidad de Carolina del Norte: un tal Michael Jordan.
Quince años después, con seis anillos de campeones a cuestas, los Bulls se dieron cuenta que esa fue una “desgracia con suerte”: sin haberlo deseado demasiado, se habían quedado con el mejor jugador de toda la historia. Por el contrario, los Houston Rockets y sobre todo los Portland Trail Blazers, se arrepienten de las decisiones que tomaron la noche del 19 de junio de 1984.
Los Rockets finalmente ganaron mediante la caída de una moneda el número uno del Draft y no dudaron un segundo: eligieron a Olajuwon, un pivote de 2,13 metros, que era considerado el mejor jugador universitario del país. El tiempo dirá que no estuvieron tan equivocados. Olajuwon lideró a los Rockets durante 17 temporadas, en las cuales ganó 2 campeonatos -1994 y 1995-, justamente los años del primer retiro de Jordan, y es considerado de los mejores en su puesto en toda la historia. Pero el número dos del Draft cayó en manos de Portland, y ellos sí cometieron uno de los errores más graves de la historia del deporte. Cuando la opción lógica era quedarse con los servicios de Jordan, optaron por Sam Bowie, un pivote de la Universidad de Kentucky, que terminaría fracasando en la NBA. A causa de muchísimas lesiones dijo fin a su carrera en 1995.
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