miércoles, 17 de noviembre de 2010

Una luchadora número uno

Redacción y Producción: Melisa Gurevich


Para estar en lo más alto del tenis argentino, Paola Suárez tuvo que pelearla desde muy abajo. Hija de un canchero de un club de tenis de su ciudad natal, aprendió desde pequeña a desafiar al aburrimiento con raquetas y pelotitas. La chica de Pergamino habla de su carrera, de la Copa Davis y de su deseo por ser madre.

En Singles, Paola llegó a ser nueve del ranking WTA.




Se encontraba sentada, en silencio y sin parar de reírse. Su vista se mantenía fija en el televisor del bar del Campo Nº1 de Olivos, donde estaban pasando un comercial de Roger Federer y  Rafael Nadal, para promocionar un amistoso para la Fundación del suizo. “Roger se ríe del inglés de Rafa”, comentaba cada tanto Paola. Pero al ratito giraba la cabeza y continuaba mirando la pantalla, callada y con una sonrisa en el rostro.

La observación es algo que siempre caracterizó a la pergaminense. Desde el momento en el que su padre Orlando, canchero del club Gimnasia y Esgrima de su ciudad natal le regaló, a los cinco años, su primera raqueta de madera, Poli -como le dicen sus amigos- se encargó rápidamente de aprender solita ese deporte que tanto le intrigaba, imitando a aquellos chicos que sí podían pagar sus clases de tenis. No era una niña como cualquier otra. En su infancia no se divertía con muñecas sino, más bien, con el polvo, las raquetas y  las pelotitas.
En poco tiempo, Paola supo conocer casi todos los secretos de la disciplina. Tal fue así que, con apenas ocho años, ganó su primer torneo. Pero el tema no era sólo una cuestión de aprendizaje, porque cada partido era un desafío económico para su familia. A los 14 años, abandonó Pergamino y viajó a Buenos Aires. “Al principio no me podía acostumbrar. El cambio fue muy duro y las cosas tardaron en salirme”, recuerda.
Muchas veces estuvo a punto de largar todo y dedicarse a otra cosa, porque creía que todo el esfuerzo y sacrificio no servían, y además se encontraba muy detrás en el ranking. Sin embargo, gracias a la ayuda de sus padres, su hermano y sus amigos, siguió en el tenis, con mucha dedicación.. Ese trabajo no fue en vano, ya que rápidamente se convirtió en una luchadora número uno.

-¿Qué significa haber ganado tantos torneos Grand Slam como Guillermo Vilas?
-Significa objetivos cumplidos. La meta de cualquier tenista es ganar un Grad Slam que, cuando no se nos da nos hace poner muy mal. Pero a medida que pasa el tiempo uno va agarrando experiencia y aprende a controlar la ansiedad. Eso es fundamental porque ayuda a que no te presiones tanto.

-En una nota dijiste que no creías poder llegar a ser número uno, pero sí encontrarte entre las diez primeras del ranking. ¿Qué pensás ahora que, no sólo lograste estar en lo más alto, sino también haber sido considerada por muchos como la tenista argentina que más lejos llegó?
-Uno cuando empieza a jugar no piensa hasta dónde puede llegar. Tiene objetivos a medida en que pasa el tiempo y se va haciendo más grande. Uno mismo se los pone. Pero la verdad es que si me decían cuando tenía ocho años que iba a ser número uno en dobles y número nueve en singles, realmente ni lo pensaba. Después, uno va creciendo, se va perfeccionando y al entrar al circuito aspira a lo más alto. Pero sinceramente, al principio nadie sabe hasta dónde puede llegar.

-¿Cómo fue ser la número uno?
-Es una ilusión que todo el mundo tiene y quiere en cualquier deporte. A mí, en lo personal, no me cambió en nada. Estoy contenta porque se me dieron las cosas que quería cumplir, pero no me modificó. Siempre fui la misma.

-¿Quién era tu referente?
-A Gaby (Sabatini) la seguí mucho tiempo. Una ídola, sin ninguna duda. Lo único que no me gustaba de ella era su personalidad dentro de la cancha. No sé, muy dura. Pero aspiraba a ser como ella.
   
Alcanzó el número uno del mundo en dobles y, junto a Patricia Tarabini, consiguió la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004.   

-¿Hay alguna diferencia entre el tenis de cuando eras jugadora y el de ahora? ¿Sentís que hay más apoyo para los juveniles?
-Sí. Creo que la Asociación ahora está mucho más  organizada. Estamos lejos de ser una asociación que haga las cosas excelente, pero estamos mucho mejor que hace tres o cuatro años atrás. Me parece que están haciendo las cosas bien y está bueno que de a poco vayan poniendo más torneos en Sudamérica, más que nada para las chicas, porque los varones ya tienen varios torneos. Igual pienso que el tenis femenino tiene que levantar, y mucho.

-Un partido que haya marcado tu vida.
-Hubo dos partidos súper importantísimos. Uno fue contra Amelie Mauresmo, en octavos de final en Roland Garros, en la cancha central, que estaba re llena. Fue un partido que me marcó bastante por la atmósfera que había, ya que Amelie era amiga mía. También fue especial porque gané (risas). Otro partido que destaco es el que jugué con Patricia Tarabini por la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. Fue muy emocionante e impagable ese momento.


-¿Qué sueños te faltan por cumplir? ¿Tenés alguna materia pendiente?
-Ser madre. Creo que a nivel profesional cumplí con todos los objetivos que tenía. Pude estar número uno en dobles y novena en singles, que no es poca cosa. A esto sumale la medalla olímpica, que fue el final de mi carrera. A nivel personal el único sueño que me queda por cumplir es ser mamá. Hace dos años me casé y ahora espero formar una familia pronto.
Paola muestra la medalla de bronce junto con Patricia Tarabini.
 -¿Qué te genera ver esto? (Foto con Tarabini con la medalla de bronce en Atenas 2004) ¿Qué valor le diste a la medalla?
-Esa foto me genera una alegría increíble. Más que nada por los problemas que tuvimos entre medio. Me acuerdo que habíamos llegado a la semifinal y Pato (Tarabini) estaba destruida. Había hecho un sacrificio terrible para jugar, ya que había dejado. A esto sumale que era la primera vez que entrenaba el físico. Siempre tuvo un gran talento, que no necesitaba de ejercicios para jugar al tenis. Pero yo le puse como condición para jugar el dobles en los Juegos Olímpicos que entrenara el físico. Para tenerla controlada le puse a mi preparador físico (risas). Tenía mucha fe e íbamos por el oro. Cuando obtuvimos la medalla fue uno de los momentos más maravillosos que viví. Aparte es uno de los recuerdos más cercanos que tengo, porque fue hace un par de años nomás. Por ejemplo, el primer Grand Slam que gané también fue un torneo importantísimo, pero fue hace un tiempo largo, entonces ya lo dejé de vivir. Lo que pasó en Atenas fue impresionante. Encima lo disfrutó todo el país, más increíble todavía. Mi mamá, mi papá y mi hermano me contaron que la gente se juntaba en los bares a ver el partido. Muy emocionante.

-¿Qué tenista te gusta?
-En mujeres me gustan las de mi camada. Clijters me encanta. Además me puso muy contenta el hecho de que haya vuelto a jugar, porque le hace muy bien al tenis femenino. También me gusta Justíne Henin como tenista, tiene mucha personalidad dentro de la cancha. En varones, admiro a Roger, es el tenista perfecto. Pero no hay que olvidarse de Rafa, quien tiene una cabeza, una garra en cada partido y, además, es muy joven todavía. Tiene una gran carrera por delante.

“Lo que viví en Atenas fue un momento muy emocionante e impagable”

-¿Cómo sigue tu relación con Virginia Ruano Pascual? ¿Pensaste alguna vez que iban a lograr tantos éxitos?
-Al principio con Vivi  éramos dos personas que cada una jugaba sus torneos, hasta que un día decidimos jugar juntas y nos propusimos objetivos. Al principio no nos fue muy bien, pero queríamos mejorar y seguimos, sobre todo porque nos llevábamos muy bien, en lo personal. Hoy en día no hablamos mucho. De vez en cuando un mensaje de texto o un llamado, pero nada más. Ella está con sus cosas y yo con las mías.

-¿En qué momento viste a la pareja sólida?
-En 1998, cuando jugamos un torneo en Roma. Recuerdo que ganamos cinco partidos muy complicados y fue ahí cuando nos dimos cuenta de que podíamos crecer como pareja, y nos lo propusimos.

-Por último, ¿por qué creés que Argentina no puede ganar la Copa Davis?
-Los jugadores los tiene, pero en la pasada Copa Davis disputada, la ausencia de Juan Martín (Del Potro) influyó, y mucho. Llegó a ser número cuatro del mundo y eso hubiese generado otra presión en el rival. A su vez, pienso que hay que dejar ciertas cuestiones dentro del equipo, como las peleas. No todos son iguales, ni piensan lo mismo, pero hay que fusionar esas cuestiones. Al fin y al cabo todos buscan el mismo objetivo. El conjunto francés, hace unos años, había pasado por una situación similar, pero decidieron empujar todos juntos. Ante Argentina se vieron muy sólidos como equipo. Eso es primordial.

Hoy, a los 34 años, Paola  ya piensa en ser madre. Después de tantos años de esfuerzo y de luchar contra cada obstáculo que se le presentaba, la pergaminense constituye un símbolo de la Argentina posible.

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