sábado, 8 de enero de 2011

Ortega-River, ¿una relación gastada?

Redacción: Nicolás Gercensztein



La relación Ariel Ortega-River Plate es una gran historia de amor, con las idas y vueltas que esto implica. Ya desde sus pagos en la lejana Jujuy, el Burrito soñaba con el momento en que la banda roja atravesara su pecho. Y por esto la remo, vaya si la remo.

Una vez que el (su) club le abrió la mínima puerta, él hizo uso de todos sus encantos y sus habilidades para que ese sentimiento suyo fuera devuelto. Desde el principio, River empezó a encariñarse de él y así fue como a los 17 años ya había debutado en la Primera. Las mejores armas de seducción del jujeño eran sus caños, pisada y su categoría para definir.

Pero Orteguita tenía toda una vida por delante y a parte de su enamoramiento por el equipo que le había hecho un lugar en el fútbol grande de Argentina, en él también convivía la curiosidad de saber como sería jugar en el viejo continente. Allí pasó por Valencia, Sampdoria y Parma, siendo el mismo de siempre, pero con ninguno tuvo la misma química que con el club de Nuñez. Y por eso volvió.

Estaba nuevamente con su verdadero amor, aunque ya no era ese joven intrépido de aquel primer noviazgo. Ahora era más maduro y experimentado, sin embargo los hinchas riverplatenses seguían adorándolo a estas alturas el cariño de ambas partes era mutuo.

Con la camiseta que más quería Ortega era feliz. Una persona alegre, contenta suele ser carismática, y este carisma, valga la redundancia, despertó el interés de un tercero en discordia: el Fenerbahçe de Turquía. Los turcos tentaron al delantero con lujos ($) que los Millonarios -irónicamente- no podían darle. Los verdes le ganaron al blanco y rojo.

Momento clave en la carrera (en la vida, acaso) del por ese entonces jugador del seleccionado argentino. Los placeres no pudieron ocupar el espacio que dejó vacío el afecto de los tablones del Antonio Liberti (bueno, el Monumental). El Burrito ya no estaba feliz. Uno de los pocos que todavía jugaba a "la pelota" y no al fútbol, como diría Juan Sasturain, ya ni eso tenía ganas de hacer.

La relación con su empleador fue más que problemática y el divorcio ni hablar. Pero después del escandaloso tire y afloje, Newell´s le ofreció un nuevo hogar. Sí sí, no River, sino un equipo ajeno para él, que apareció de repente para darle una mano (más bien los dos brazos) y sacarlo de aquel naufragio en aguas turcas.

Estando de la mano de los rosarinos, Ortega no tuvo otra opción que cruzarse con su antiguo amor. En dicho encuentro se notó que la pasión, tanto de un lado como del otro, seguía presente. Aunque también el ídolo mostró un poco del recelo que tenía contra el poco esfuerzo de los dirigentes de turno para repatriarlo en River, en esos tiempos tan difíciles para él.

De todas formas, como dice la canción "el amor es más fuerte". Y así fue que la pareja se reconcilió.

En esta nueva era de la relación, las cosas no serían tan fáciles como antes. Ambas partes tenían que lidiar con cuestiones personales. El alcoholismo hacía estragos en la vida del Burrito, y su fútbol, eso que había enamorado a Nuñez, estaba muy lejos del que jugaba en sus años dorados. Y la otra parte, River, tampoco pasaba su mejor momento. Los resultados y los títulos hacía rato que no eran tan positivos y abundantes como la institución se había acostumbrado en los 90.

En el peor momento de la enfermedad de Ortega, River, que pensaba más en su propio bien que en el de su figura, decidió que lo mejor era que ambos se tomaran un tiempo para distanciarse. Bajo estas circunstancias es que Ariel se sumó a Independiente Rivadavia de Mendoza. Pero poco duro el distanciamiento.

Y así llegamos al presente. Tanto River como Ortega, atrapados en un situación impensada, tienen el deber de solucionar primero sus problemas antes que los del otro. Por esto el Millo (o más bien Juan José López) decidió que, en el contexto en el que se encuentran, lo mejor es que cada uno siga su camino. Una historia de amor que no parece terminar con el "felices por siempre" que muestran las películas, un más complicado "siempre te voy a querer, pero no podemos seguir juntos" parece más adecuado a la realidad. Por ahora...

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