miércoles, 26 de enero de 2011

Mi viejo River ya no es lo que era

Redacción y Producción: Nicolás Gercensztein


Con la lesión de Carrizo -más de 2 meses afuera-, el panorama de estos próximos seis meses se ve más que complicado para River. Vencer al fantasma del descenso no va a ser tarea fácil sin presupuesto ni referentes. Pero el Millo viene por el camino equivocado hace ya largo tiempo y en un semestre no se pueden arreglar tantos años de inoperancia. ¿O sí?
Los nuevos jugadores de River no tienen el brillo de sus viejas estrellas.
Allá por finales del 2003, River jugaba la final de la Copa Sudamericana contra el humilde Cienciano. Un equipo peruano desconocido en el plano futbolístico internacional frente a uno de los más grandes de todo el continente. Por eso fue tan duro para los Millonarios quedar relegados al segundo puesto. Pero aún así, cuántos podrían haber sospechado que desde ese momento llegarían muchas más malas que buenas para el cuadro de Núñez.

Hoy, siete años más tarde, River se encuentra en una situación que poco coincide con lo que marca su historia, pero a la vez es el fiel reflejo de la mala conducción del club en los últimos tiempos. Porque ni por culpa del destino o de la suerte está como está. Aún con altas chances de tener que disputar la Promoción para mantener la categoría, la Banda no parece mostrar reacción alguna –a pesar del cuarto puesto en el Apertura 2010- para volver a ser el que supo ser. Ni refuerzos de primera categoría, ni juveniles promesas de cracks, ni técnicos de primera línea, ni nada.

El equipo campeón del Clausura 2003. Lucho, Cavenaghi, Demichelis y D'alessandro, entre otros.

Bajo el mandato de José María Aguilar, el club tuvo una camada de muy buenos jugadores que, por hacerlo antes o después de tiempo, fueron mal vendidos. Fernando Cavenaghi -al Spartak Moscú por 11,5 millones de dólares de los cuales quedaron 9 para la institución- o Radamel Falcao -al Porto por 5,5 millones, de los cuales sólo 2,75 fueron para River-, son dos claros ejemplos de transferencias tardías y con ambos goleadores lejos de su mejor rendimiento con la camiseta riverplatense. 

Y a la hora de comprar tampoco se tomaron las mejores elecciones: Virviescas, Olave, Archubi, Sixto Peralta -sólo por nombrar a algunos-, muestran a las claras las malas decisiones que tomó River cuando tuvo que reforzarse. Así, se produjeron gran parte de los problemas económicos que asedian a un River ahora comandado por el histórico Daniel Passarella.

Aguilar, el apuntado a la hora de encontrar culpables para el momento de River.
Con los directores técnicos las cosas también se hicieron mal. Desde que Aguilar -reelegido luego de su primera etapa- echó a Manuel Pellegrini, quien luego demostró su capacidad en el Villarreal y el Real Madrid, pasaron varios entrenadores que no duraron más de un año (Merlo, Simeone, Gorosito, Cappa). Prueba elocuente de la falta de una idea clara de la línea futbolística que apuntaba la comisión directiva.
Lamela, una de las pocas
promesas de fútbol actual.

Miremos esto: en ese 2003 el equipo tenía a Constanzo, Tuzzio, Coudet, Lucho Gonzalez, Mascherano, Montenegro, Gallardo, Cavenaghi, Maxi López y el chileno Salas. Los referentes de ahora son Carrizo –hoy lesionado-, Ferrari, Almeyda –en el ocaso de su carrera- y Pavone. Sin desmerecer a nadie, hay una clara diferencia. Por ahí más de cantidad que de calidad.

Desde la vieja racha de 18 años sin títulos, el Millo no pasaba momentos tan difíciles. En aquel entonces, de la mano de Ángel Labruna, ídolo del club, se cortó la sequía y River salió a flote. Ahora no está Labruna para salvarlo y tampoco se ve una solución clara para que éste presente se parezca más al pasado glorioso que a un futuro nefasto.

Las manos a cargo de sacar a River de los apuros, por lo menos desde la conducción técnica, ahora son las de otro ex jugador de la casa, Juan José López. Luego de que el proyecto de Ángel Cappa no convenciera a Passarella y compañía, el Negro asumió como interino nada más y nada menos que días antes del partido frente a Boca. El triunfo ante el clásico rival y una serie de buenos resultados -más la negativa de los otros candidatos- lo dejaron a cargo del banco de suplentes.

Juan José López, el encargado de llevar adelante este River en crisis.

Sin presupuesto y bajo la presión que significa pelear por no descender, las cosas no serán nada fácil. Y como para ponerle más complicaciones al asunto, ahora llegó la lesión de Juan Pablo Carrizo, que lo dejará entre 2 y 3 meses sin jugar. Pero con todo lo que River significa es difícil que sus hinchas entiendan lo que tienen que tener como prioridad. Sin plata no se puede comprar ni a Crespo, ni a Saviola ni a D’Alessandro ni a Aimar. Este River, el único que hoy hay, con pocos referentes, jugadores del montón y muchos pibes, tiene que hacerse fuerte ante la adversidad y ponerse el overol para salir de la crisis. Y luego sí, con la crisis superada, se podrá volver a abrir la vitrina para seguir añadiendo copas.

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